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Experiencias universitarias contadas por universitarios.

La nutri 2: todo llega, todo pasa

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Acá estoy de vuelta. Casi 6 años después… volvió la nutri.

Acabo de leer mi primer post sobre la carrera y, honestamente, me sorprendo. Sigo amando a mi carrera, me siguen dejando “el toto del diámetro de un barril” (chiste interno para los que han leído el primer post) y ahora, amo más que nunca a mi universidad.

¡Cuántas cosas han pasado en estos 6 años! Y no solo a nivel universitario, sino a nivel personal. Para empezar, estoy en cuarto año ya. Me quedan dos materias (DOS MATERIAS NO LO PUEDO CREER NECESITO MAYÚSCULAS MÁS GRANDES), las prácticas y la tesis. Solamente me quedan dos finales, ¿logran entender eso? Cuando escribí ese post solo tenía unas ocho materias adentro, me faltaban unas 40 para estar donde estoy.

Un poco de historia: a finales del 2014 empecé a trabajar en un call center que me limó la cabeza, tuve problemas a nivel pareja y mi rendimiento académico cayó abruptamente. En 2015 regularicé solo dos materias. No rendí finales. Recursé todo lo que se me ponía a mi paso. No podía, gente, no podía. Tenía mucha angustia que no me dejaba salir de la cama; cursaba de mañana, me iba a trabajar y cuando volvía a mi casa inmediatamente me iba a dormir. No comía, no veía a mis amigos, solamente quería estar durmiendo. Ese año fue prácticamente “perdido”.

En el 2016 conseguí trabajo en una multinacional muuuuy conocida que por suerte me permitía estudiar y en esos dos cuatrimestres, en compensación a los anteriores, metí aproximadamente nueve materias. Choooocha. En el 2017 me fui de viaje y volví tan “flipada” por lo que era el viejo continente que no lograba concentrarme. Me empeciné con que quería cambiar de área en el laburo para poder tener un día de home office y le puse todo el foco a eso. Dejé las materias claves que me iban a permitir recibirme a finales de este año (adivinen quién no lo hará). El cambio no me hizo bien: soy absolutamente cero empresa y, claramente, crecer ahí adentro es de lo último que tenía ganas. En julio de 2017, hace un poco más de dos años, tuve mi primer ataque de pánico. Era tal la exigencia que sentía que me empecé a presionar a mí misma, pensando que el problema era yo. Efectivamente, el problema era yo: estoy estudiando Nutrición, chicos. ¿Qué tenía que hacer en una multinacional? Ese año no fue tan grave y pude meter algunas materias.

En abril del 2018 cayó la gota que rebalsó el vaso y renuncié. No podía más. Salía de la cursada llorando (tengo testigos) porque el nivel de exigencia era tan grande para mí que no aguantaba salir de cursar tarde y despertarme a las 6 de la mañana del día siguiente. Además, todo lo que tenía que estudiar en mi casa. No me alcanzaba el fin de semana, en el nuevo puesto no podía sacar un apunte porque ya tenía a mi jefa mirándome con cara de culo. El 20 de abril (juro que no me olvido más de esa fecha), me fui de ese lugar y me dediqué a estudiar.

No todo fue color de rosas, claro. El ser humano es tan crack tapando baches con horas ocupadas que a los quince días que dejé de trabajar volvieron los ataques de pánico, y en otro nivel. En el primero estuve doce horas llorando. No voy a meterme en detalle profundo porque no tiene sentido, pero no me van a creer: lo único que me calmaba la ansiedad era leer para la facultad. Me sentía completamente inútil porque ya no era una máquina que trabajaba nueve horas, viajaba tres y cursaba cuatro. Se sentía rarísimo tener tiempo libre. Por suerte tuve gente que me ayudó, que nunca me va a alcanzar la vida para agradecerles.

A finales del 2018 me gané con sangre, sudor y lágrimas la Tecnicatura (y metí once materias). Motivadísima para seguir porque me quedaban cinco materias, este año lo estoy dejando todo y estoy haciendo todo tipo de changas para poder subsistir. Laburé temporal, doy clases particulares, lo que sea para que entren unos pesos para poder seguir.

Soy consciente: mi situación es de privilegio. No quiero motivar a nadie a que deje su trabajo ya mismo y le ponga pila a esas materias que le quedan. Lo que sí, desde ya, quiero decirles: hablen, sean sinceros con ustedes mismos y si un laburo llega al nivel de generarles problemas en la salud mental, hagan lo imposible para salir de ahí. Yo pensaba que era inviable dejar de tener un sueldo fijo, que no iba a poder (me cuesta un montón, sí), que iba a tocar el nivel extremo de pobreza y que me iba a morir. Reitero: mi situación es de privilegio porque vivo con mis viejos y comida y para la SUBE no me va a faltar. Si están en esta situación que les describí: no se queden quietos. Empiecen a hacer cosas para cambiarlo. Nada es más importante que uno mismo.

Estoy ahí nomás, muy cerca. Queda lo más jodido pero no sé si a nivel contenido, sino porque sé que si hago un paso en falso, pierdo un año. Toda la presión. Para quienes dudan de estudiar Nutrición en la UNLa, les seré completamente sincera: es muy demandante. Pero es hermoso. De verdad, amo esta carrera, amo el enfoque humanitario y cero biologicista que tiene mi universidad, amo el campus. Las contras es que te tenés que pelear con mucha gente que te dice “ehhh me hacés una dieta?!!!”. Y les tenés que explicar que la rama clínica no es la única que existe y toda la mar en coche.

Para resumir: todo pasa, todo llega. Hagan lo que los haga felices en la medida de lo posible y no hagan nada para complacer al resto. Como dije hace seis años y lo sostengo: hagan lo que se les cante el apetito.

Autor: Camila Rodriguez Batan

@nutricion.cami - A pasitos de ser Licenciada en Nutrición - UNLa. Bailarina de contemporáneo. Gallina. Potterhead.


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2 comentarios

  1. Guau… es tan real!!.. muchas veces nadie comprende la presion que nosotros mismos nos ponemos.. es bueno leer algo reconfortante como lo que te pasa para saber que a todos nos pasa y tomarlo tan comun.. gracias!

  2. Me encantó tu anterior post y me encantó este. Me sentí muy identificada con todo. Gracias por compartir.

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